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TESTIMONIOS en Arteterapia

LA CURA Y LA ESCRITURA.
 AUTOBIOGRAFIA PUBLICADA O LA NO INSTITUCIONALIZACION DEL SINTOMA
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Autores: Lic. Valeria Casal Passion, Lic. María Haydeé Firevicius, Dra. María Inés Nouzeilles.
Trabajo presentado en el "Primer Congreso de Salud Mental.”
 Auspiciado por la Asociación Argentina de Salud Mental.
Buenos Aires, marzo 2006.
Relatora: Lic. Valeria Casal Passion
 
·        Introducción:
 
Motiva la escritura de este trabajo la presentación de Enrica, una paciente institucionalizada aún hoy en la Residencia Geriátrica Ugarteche, quien llegara a su cura a través de “su escritura”.
La Residencia posee un dispositivo de atención interdisciplinaria. La paciente a sus 78 años, ingresa en el año 2000 con un diagnóstico, de un profesional externo, de depresión y trastorno por consumo de sustancias, dependencia del alcohol, remisión total sostenida durante 15 años.
Al ingreso Enrica se manifestaba oposicionista y negativista ante cualquier intervención o convocatoria de participación en talleres o terapias que la Institución ofrece, permaneciendo cotidianamente sola en la recepción. Enrica es italiana y habla 4 idiomas. Ante la invitación de los profesionales a participar de las actividades la paciente inicialmente gritaba un “no” o respondía gritando enérgica en otro idioma. La músico- terapeuta de la residencia intentó otra intervención, permaneciendo durante media hora, todas las mañanas, durante dos años, a su lado, en silencio. Inicialmente la paciente gritaba, luego fue su silencio. Cuando la paciente habló demandó posteriormente escribir su historia, su autobiografía.
El caso da cuenta de cómo la escritura, ejerciéndose la dirección de la cura a través de la producción creativa escrita, le otorga otro lugar al síntoma, inicialmente el de la transferencia; revistiendo radical importancia que el objeto creativo llegue a los Otros, último lugar del síntoma donde adquiere sentido y se resuelve. Por otro lado la terapeuta ejerció un acto transdiciplinario ya que, habilitada por la demanda de la paciente utilizó recursos no exclusivos de su profesión.
 
·        El silencio escrito / ex – grito
 
El tiempo en la música es un parámetro esencial, más en ella, es un tiempo con otras cualidades que el tiempo del reloj. Es un tiempo creado, compases y frases creadas. La obra musical establece su propio tiempo formando una estructura propia sobre la cual se tejen los hechos de la misma.
¿Existe la atemporalidad?, algunas obras la sugieren, lo infinito, lo eterno “...sugiriendo (por medio de procesos repetitivos y otras estrategias) un estado más que un proceso, un ser más que un devenir”. [1]
 
Otro parámetro o valor en música es el silencio, la ausencia de sonido. Se le otorga el erróneo sinónimo de vacío cuando en realidad en música se le prestan atención a los tonos y a los silencios teniendo estos últimos cualidades como: breves, largos, tensos, anticipativos de la parte siguiente, interruptivos. Cualquiera fuere su cualidad se le presta obligatoria atención a lo que suena y a lo que no suena convirtiéndose el silencio en un valor primordial y otorgándole también valor temporal ya que en el silencio se espera, el silencio hace intervalo.
 
“... El contexto que rodea a los silencios musicales influye profundamente sobre la forma en que se los percibe. Los descansos no suelen ser espacios muertos en la música y determinados silencios están investidos con extraordinarias cantidades de tensión o liberación de energía física”.[2]
Los silencios también están cargados de significado, los silencios también dicen. Podríamos decir que lo que suena y los silencios le otorgan a la obra un ritmo.
Dentro de una obra musical hallamos otros parámetros y valores esenciales para su composición como: el tono, acorde y el tiempo. En composiciones vocales o no vocálicas, hay tonos y acordes que inundan de belleza, primeros acordes inolvidables de ciertas composiciones musicales que se perciben como bellos, suaves o estremecedores a través de lo que provocan en quien lo escucha. Voces y tonos en la complejidad de la escucha adquieren un valor que le otorga una cualidad distintiva y hasta única, el timbre. Definido como el color, es uno de los valores más importantes de la música, que caracteriza y sensualiza las producciones instrumentales y la voz humana.
 
 ¿Qué percibió la músico-terapeuta o creyó escuchar en Enrica que sostuvo su silenciosa escucha durante dos años?, ¿se escuchaba algo?: sí, grito, silencio, tonos, voz, timbres...todos ellos parte del lenguaje. Enrica decía aún sin hablar. Cuando nada suena hay algo que se escucha, se escucha el silencio.
¿Qué sostuvo la espera de la paciente?, el tiempo, el lenguaje y el amor, el amor de transferencia.
La voz es un instrumento, con sus colores particulares, sus timbres que hacen de cada voz única. “La voz humana es el instrumento más rico: todos los demás tratan de acercársele lo más posible y durante siglos los autores de opúsculos y métodos han encarecido a violistas, violinistas e intérpretes de instrumentos de viento a emular a los cantantes”.[3]
 
La función de la voz es comunicarnos con los otros y a su vez ser dichos por ellos, hablados por el otro antes de nacer y después de morir. La voz nos permite ser historizados.
La voz es proyección del ser, pero se la encuentra dentro y fuera, voz que está en ese límite entre el cuerpo y el psiquismo, que está dentro y fuera. Por eso es posible hablar-se. Como proyección del ser, lo que surge en y por la voz es el sujeto.
 
La voz, como fonación es audible, ¿pero es lo único que se escucha? Como en música y formando parte de un contexto no es la voz lo único que se escucha; también se escucha el grito, el silencio, la voz suave que no quiere ser oída, el fallido.
La voz deja transitar el deseo, “la voz, objeto, instrumento, equipamiento del deseo del Otro”. Cuando la paciente silenciaba y no ejercitaba su voz, esa voz estaba en su interior y se-decía en ella. Cuando la palabra surge, cuando se la ha construido, es la voz la que la porta.
 
No solo la voz porta la palabra, también porta el grito. El grito, es estruendo, el tono fuerte que estremece, que deja impávido a quien lo escucha. El ser humano cuando nace grita. Hay voz en el grito, y también hay voz en el silencio. “El silencio no sólo se oye y se escucha sino que está pleno, henchido de voces que, para cada quien, dicen cosas diversas. El silencio se inserta por la vía del más profundo malentendido porque invita a cada uno a que resuenen en él las voces más diversas que dicen las palabras y los sentidos más diferentes”. [4]
El silencio en Enrica podía funcionar como castigo al otro, al servicio de la resistencia. La paciente se resistía a fonar, a hablar y ese silencio tenía entonces sentido, el silencio entonces sonaba: sonaban en él sus gritos, los primeros fueron gritos con palabras, lenguaje, palabras resistentes ya que dichas en otro idioma, impedían la comunicación. El sentido allí era oponerse a la voz e impedir que el otro la escuche, rechazar al otro. Pero no solo el grito es para que el otro lo oiga y se retire, el grito era audible para sí misma; para el otro y para sí imponía silencio y en ese grito gritaba su más honda soledad. No solo hay grito en lo audible. Los síntomas también gritan y lo que gritaba en Enrica era su cuerpo, sus síntomas, en el grito no audible se escuchaba temor a la voz interna y dolor. Eso se escuchaba, eso convocaba la espera de la terapeuta.
 
Toda verdadera escucha, según Heidegger, retiene su propio decir. La músicoterapeuta, entonces se despersonaliza, se libera de opiniones y prejuicios en el entendimiento que no es a ella a quien grita o a quien resiste, resistencia para no vencer lo reprimido y la desmemoria. En ese borramiento de sí misma la músicoterapeuta silencia, correspondiendo al silencio de la paciente, acto necesario y anhelante que del silencio surja la voz de Enrica.
Mañana tras mañana, media hora diariamente la cita era en los primeros momentos cargados de hostilidad, luego de silencio. Pasados dos años Enrica dijo “Oye, tengo miedo de volver a deprimirme”. La voz emergió de ese silencio. Ese silencio efectivamente decía de sus miedos y temores ahora fonados, audibles...”tengo miedo”. Silencio y voz no marcaban figura y fondo, sino alternancia. Silencio largo, y su voz marcaban el ritmo de lo que era y sería posteriormente su obra. Del silencio surgió otra frase “quiero decir mi verdad, quiero escribirla”. Esa verdad fue surgiendo sesión tras sesión, la verdad de lo reprimido, de lo no dicho, lo desmemoriado, su historia se iba cargando de sentido, aunque no todo será dicho y no todo fue escrito.
Autobiografía publicada o la no institucionalización del síntoma (a manera de conclusión).
 
¿Por qué escribirla?. Una manera de eternizar el tiempo, de resolver el tiempo quizás. No en el sentido simplista de la no aceptación de la vejez. Otro lazo que unía esos encuentros fue el tiempo: el tiempo de Enrica, su memoria, hecha también de olvidos, su pasado, su presente y su porvenir. El tiempo pasó en su vida cronológicamente hablando y también se detuvo en cada uno de sus silencios, transformándose aquí en un tiempo cronológico ilusorio e inexistente. ¿Compartimos en palabras newtonianas unidades de tiempo?, compartimos el presente que contiene el pasado y algo del porvenir.
 
A través de su instrumento voz pudo recordar. Ya que posee un déficit en la motilidad de su mano derecha, la terapeuta (su porta-voz) era quien escribía con su letra pero con las palabras de Enrica. Luego la paciente pedía que le releyera lo escrito. Enrica era así hablada en la voz de otro. Inicialmente fue la sucesión de tiempo de los dos años de la espera, luego la sucesión de tiempo de la voz hablada, finalmente la voz escrita. Esta voz escrita rescató de su memoria los tiempos en que fue hablada por sus otros primordiales, su pasado. En sus escritos invocó sus recuerdos, los trajo para sí, la terapeuta portadora e instrumento de la voz de Enrica “la habló”. Allí habló la terapeuta, aún abstenida de sí misma y siendo su porta-voz. Con sonoridades y timbres diferentes a los suyos, con distinta melodía Enrica fue hablada por otro.
 
Cada capítulo de su libro posee el nombre de un color y fragmentos de su vida los asocia con obras de maestros de la música. Citando a Borges podemos decir que ”es absurdo suponer que la música en sí necesita de instrumentos. Los instrumentos se necesitan para la producción de la música. Si pensamos en tal o en cual partitura, podemos imaginarla sin instrumentos: sin pianos, sin violines, sin flautas, etc.”
El libro está dedicado a su madre y a sus nietos; pasado y porvenir en un presente. Enrica comienza escribiendo como primer capítulo sus “Recuerdos en Verde”, y finaliza con el mismo “color”. Pasado, presente, futuro, sucesiones de tiempo, “El tiempo es sucesivo porque habiendo salido de lo eterno quiere volver a lo eterno. Es decir, la idea de futuro corresponde a nuestro anhelo de volver al principio”. [5]
 
A través de la invocación de sus recuerdos Enrica fue reconstruyendo su historia en transferencia, produciéndose como diría Freud “la reconciliación del sujeto con lo reprimido” y otorgándole al síntoma el lugar de la transferencia, donde Freud nos dice que “la transferencia crea una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, y a través de esta zona va teniendo efecto la transición desde la primera a la segunda”.
Hablamos del tiempo o del sin tiempo ya que la paciente eterniza su historia en la
escritura. En ese momento la paciente comienza a participar de algunos encuentros con sus semejantes de la institución y pide “la publicación de su libro”. La publicación fue un evento público donde concurrieron sus hijos y nietos entre “otros”. La publicación no solo trasciende el tiempo sino también el espacio, tiempo y espacio de la transferencia, espacio de la institución hacia el espacio de los “otros”. Enrica escribe sus recuerdos, los invoca, los acerca y los firma ya que al libro lo nombra “Recuerdos de Enrica”. En la escritura memoriza, en la lectura los otros presentificarán esa memoria ahora y en el porvenir.   La institución abre los marcos de su espacio, facilita, a través de la edición y presentación pública del libro la circulación del síntoma hacia el afuera.
 
Hablamos de cura en el sentido de que los Otros le otorgaron a los “Recuerdos de Enrica” lugar en su subjetividad, posibilitándose el lazo social y la reinserción en la escena familiar reconstruyendo aún la historia de sus descendientes (porvenir). Hablamos de cura en el sentido de que Enrica se rescata a sí misma en “su escritura” que según expresa actualmente “me hizo libre”.
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
Borges, Jorge Luis. Conferencia “El tiempo”. “Borges oral” Ed. Emecé.1979.
Freud, Sigmund. “La dinámica de la transferencia” 1912. “Recuerdos, repetición y elaboración”. 1914. “19º conferencia. Resistencia y represión”.
Gomez, Ana María “ La voz, ese instrumento”. Ed. Gedisa 1999.
Lang, Paul Henry. “Reflexiones sobre la música”. Ed. Debate 1997.
Rocchietti, Sergio. “Revista transdiciplinaria. Con-versiones.”
Rowell, Lewis. “Introducción a la filosofía de la música”. Ed. Gedisa. 1996.
 
 

[1] Rowell, L. “Introducción a la filosofía de la música”. Ed. Gedisa. 1996. pág. 41.
[2] Rowell, L. “Introducción a la filosofía de la música”. Ed. Gedisa. 1996. pag. 150.
[3]Lang, P.H. “Reflexiones sobre la música”. Ed.Debate.1997. pag.221.
[4]Gómez, A.M. “La voz, ese instrumento”. Ed. Gedisa. 1999. pag. 101.
[5]Borges, J.L. Conferencia. Publicación “Borges oral”. Ed. Emecé. 1979.
 
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