Creando Espacios
El desarrollo de la creatividad nos hace seres humanos de funcionamiento completo.  
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La Alquimia Teatral
Liliana Gurevich
 
El teatro es un camino hacia la creatividad, que se abre en todas las direcciones, las posibles y las imposibles, las conscientes y las inconscientes. 
 
Por muy conforme que uno se sienta con el personaje que le tocó en la vida real, ¿quién no soñó alguna vez con ser al menos por un momento, OTRO?
¿Quién no jugó con la loca idea de despertar un día transitando otro destino? Sufriendo o gozando una existencia diferente, recorriendo caminos por los que nuca se atrevió a andar o desandando otros dolorosamente conocidos para recorrerlos de un modo diverso.
¿Quién no quiso alguna vez volver a refugiarse en el sendero de la infancia para recobrar aquellos ojos abiertos al asombro, o ese corazón perversamente puro que sólo los niños conservan?
¿Quién no quiso retornar a la loca rebeldía de la adolescencia y a aquel torbellino de sangre caliente, contradictoria, idealista, y ávida de sensaciones nuevas?
¿Quién no deliró con espiar fugazmente su futuro para comprobar qué clases de manías, abandonos, soledades o frustraciones arrastrará a su vejez?
¿Quién no fantaseó con viajar en el legendario túnel del tiempo y bajarse, como de un tren, a la estación de otra época, de otra cultura, o de otro remoto lugar en el mundo?
¿Quién no se preguntó, tal vez en voz muy baja, acerca de lo que puede sentir una prostituta, un asesino, un poderoso o un ser marginal?
¿Quién no dejó alguna asignatura pendiente archivada en la memoria del verbo hacer y se quedó con ganas de decir un “te quiero” o dar un portazo en el momento preciso, sin que el orgullo o el superyó le hayan fagocitado el intento?
¿Quién no quiso tener la posibilidad de una segunda vida, para enmendar errores del pasado o para ensayar otra manera de haberse equivocado?
¿Quién no se privó de la catarsis de un desconsolado llanto, o de una carcajada incontenible que pese a todo, se supo contener, reprimiendo para siempre aquella emoción?
¿Quién conoce más que la simple punta del iceberg de su inconsciente como para poner las manos en el fuego acerca de lo que haría en una situación límite?
¿Quién puede ser tan prolífico como para parir todas las criaturas que lleva en su interior sin renegar de sus genuinas miserias y de sus secretas genialidades?
¿Quién puede tener la audacia de vencer las líneas de lo razonable para animarse a recrear, despierto, aquello que tan naturalmente fue capaz de crear en sueños?
 
   La creatividad que permite el teatro es un camino hacia todas esas direcciones que, previo pago del simple peaje de atreverse, nos puede conducir a un mundo desconocidamente mágico, donde podemos ser alquimistas que ensayan misteriosas fórmulas, o empecinados pintores que juegan a mezclar infinitamente sus colores.

 
El conflicto como motor de cambio 
Graciela Simari

Max Weber sostenía que “los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres.”
En tiempos en lo que lo reflexionado en casa se contrapone o se avala con lo que aparece en los medios, donde las autoridades, las Instituciones y las leyes son cuestionadas y donde los vínculos se arman y desarman en cuestión de minutos; es muy difícil lograr que las relaciones se solidifiquen y que se respeten los códigos vinculares y sociales.
Existe desafío en donde se hace lugar a ello.
El desafío en sí es positivo, y el conflicto debiera ser bienvenido, sin embargo el tema que nos atañe es qué hacer con él cuando surge.
Es deseable confrontar y aunar criterios por más disímiles que éstos se nos presenten
En vez de buscar las diferencias, tal vez sería conveniente desviar esa búsqueda hacia aquello que nos emparenta y, una vez hallado, el recorrido para cotejar lo que nos enfrenta es más fácil de abordar ya que se estarían respetando las singularidades
La instancia a tener en cuenta es la de esclarecer aquellas cuestiones que subyacen en la oscuridad. Habrá que indagar en la historia personal de cada uno qué temas aún no solucionados nos “resuenan” de manera tal que nos impiden entender el punto de vista del otro.
Todo conflicto es una oportunidad de trabajo. Si éste termina en la separación vincular, en el silencio, en no poner en palabras el malestar que nos irrita, se estaría tomando el rumbo equivocado.
El conflicto es la oportunidad de sacar a la luz situaciones no resueltas alojadas en otros momentos de nuestra biografía, y nos invita a asumir responsabilidades y a establecer acuerdos.
A partir de una situación de conflicto fluye la posibilidad de la conversación, que no se trata solamente de “hablar” sino de intercambiar posturas por medio de la palabra puesta al servicio del diálogo y dándole prioridad a una escucha atenta.
Tener la última palabra es justamente eso: “hablar después de que haya escuchado atentamente a ese otro que quiere decirnos algo”
En estos tiempos vemos más que escuchamos y actuamos más que decimos…Casi no hay tiempo para escuchar.
Es en el zapping cotidiano que uno olvida la importancia de apreciar el tiempo que nos reúne, ese que nos pone el servicio de la escucha. Es entonces cuando el conflicto se transforma en brecha, en una ruptura en la que es imposible reconocer los límites en uno mismo y en el otro.
Si se tomara como punto de partida el respeto, el reconocimiento de la valía de aquel que no soy yo,
entonces el conflicto no sería vivido como un obstáculo sino como una fiesta en la que los principales protagonistas serían la discusión y el consenso.

MAS ALLÁ DEL DOLOR
Graciela Simari


Si lo que duele se pone en palabras, es posible soportar ese dolor y rehacerse con ello. 

La Resiliencia es un proceso que se construye interactuando con un otro significativo, en un contexto histórico, social y cultural.
Ese otro quien brinda seguridad, posibilidad de “apegarse” unido a la palabra, darían como resultado un estado de Resiliencia.
Desde aquel primer diálogo corporal entre la madre y el bebé, hasta la adquisición del diálogo verbal, se van construyendo las posibilidades de comunicación de un sujeto con los otros.
En esa interacción se pondrá en juego la intersubjetividad y, a partir de allí, las palabras serán la opción de expresar la intencionalidad de cada uno.
La Resiliencia es acción y no estado visto desde la perpetuidad. Se trata de un construirse junto a otros.
 Así como no es posible ser feliz en soledad, tampoco uno puede ser reconocido como persona sin tener en cuenta la existencia de ese otro que me da “significado”: Yo soy gracias a ese otro que me nombra, que me quiere, que me da lugar en esta vida, en la suya y en la mía”. Con ese otro nos unen las palabras.
Cuando tenemos una herida, si ésta no se tramita junto a quienes nos rodean que nos hacen de sostén, de apego seguro, es muy probable que caigamos en la patologización de ese dolor, en un estado total de vulnerabilidad del cual es muy difícil salir.
La Resiliencia no nos transforma en seres invulnerables ya que no es magia, pero sí en personas que, a pesar del dolor, podemos rescatar dentro nuestro, las fortalezas para afrontar adecuadamente el duelo, lo que no nos asegura una salida o resolución exitosa sino la oportunidad de rehacerse a partir de él.
La Resiliencia nos enfoca mirando desde aquello con lo que se cuenta y no desde la enfermedad o la falta, es atender al bagaje que cada uno tiene y no a lo deficitario.
Apunta a la esperanza…más allá del dolor.

¿El Dolor como maravilla?
Graciela Simari

A veces, a partir de la vivencia de una experiencia dolorosa, podemos percibir que hemos salido de ella no solamente resistiéndola sino fortalecidos.
Estos dolores nos brindan la posibilidad de crear un lugar para el aprendizaje y el autodescubrimiento.
Es entonces cuando muchas concepciones e ideas que hemos construido durante toda nuestra vida se ven “sacudidas” ante esto traumático que nos pasa.
Es así que, como tenemos una experiencia dolorosa, podemos obtener de ella una experiencia de crecimiento, justamente acrecentando las fortalezas potenciales aún desconocidas por nosotros mismos.
No se trata de un camino al éxito o a la felicidad, sino de aprender junto a otros que somos seres capaces de transformar en maravilla al dolor reconstruyéndonos a partir de él.
Se tratará de trabajar juntos para lograr los siguientes objetivos: Fomentar la oralidad y la libre expresión de ideas; Contactarse con las emociones
Encontrar lo positivo dentro de cada uno.
Aceptar las diferencias entre nosotros y los otros.
Reconocer el valor propio, el del otro. Respetar lo que los demás valoran. 
Practicar la cooperación, la comprensión, la tolerancia y la empatía. 
Replantear ciertos patrones que hemos formado a lo largo de nuestra vida para dar paso a la posibilidad de aprender.

Esta capacidad para lograr los objetivos propuestos, no nace con el individuo, sino que puede aprehenderse en cualquier momento de la vida, siempre y cuando alguien de importancia significativa para nosotros nos impulse a ese logro. Se trataría de un “Estado” y no de un “Ser”. Por lo tanto todos estamos en condiciones de extraer lo positivo de esas experiencias dolorosas viviéndolas como tales, sin simulacros, pero aprendiendo a fortalecernos a partir de ellas gracias al desarrollo de las siguientes capacidades que todos tenemos, pero que es necesario “despertar”.
Creatividad.

Autoestima.
Introspección.
Iniciativa.
Identidad ética.
 
Independencia.
Humor.
Pensamiento crítico.
Capacidad de Relación con los otros.

 


La literatura en contextos terapéuticos
Graciela Simari
 
Pensar que es posible la sanidad desde la literatura, es lícito, ya que a través de ella puede recuperarse la condición del arte, de lo estético, de la lectura como disfrute y como posibilidad de reflexión. 
 
Como arte, permite la intersección del espacio estético y creativo, y como resultado de esa conjunción el sujeto logra resignificar la relación con su entorno y con su sí mismo.
 
La literatura promueve el diálogo, convoca emociones y sentimientos, conecta al sujeto con su propio espacio creativo, con su intimidad, fortaleciendo identidades.
Como todo arte, permite que cada uno cree su propio estilo, manera de expresarse, de transgredir las normas; brindando la posibilidad de comunicar sus ideas, sensaciones y vivencias.
La manera en que cada creador cohesiona palabras y oraciones es particular en cada uno y puede ser tomada como un juego con el que se puede modificar la trama argumentativa de la vida de cada sujeto habilitando el nacimiento de una nueva metáfora que cuenta con la propia significación de su creador.
Más allá de las normas de la lingüística, más allá de las estructuras literarias y hasta del entramado discursivo mismo, todo individuo tiene la posibilidad de dejarse atravesar por la literatura, no solamente como arte sino como el abrepuertas al íntimo mundo creativo que lo distingue como persona.
El cuento terapéutico podría dar cuenta de esto, ya que a partir de un trauma, el sujeto se abre a una manera diferente de tramitar su crisis.
Es por medio del cuento terapéutico que la situación de crisis tiende a aliviarse ya que insta al desarrollo y emersión de la subjetividad positiva, componente elemental para la propia existencia.
Así como en la psicoterapia verbal el sujeto se abre a partir de la asociación libre, el cuento terapéutico permite la apertura hacia la asociación libre en contextos de escritura.

Escriba lo que quiera y como quiera
 
Cuando niños, el escuchar un cuento contado por alguien significativo en nuestras vidas, nos brindaba seguridad, contención y apego.
“Cuentear” con el terapeuta, se trata de escribir sobre las penas, de transferir, de decir lo que duele por medio del mensaje escrito, a otro que nos escucha sin poner limitaciones, sin acotar sentimientos. Y también este acto nos regala la posibilidad de escucharnos y de escuchar.
A veces, un cuento leído por el terapeuta, sirve como disparador de situaciones que, gracias al relato, resurgen desde los sitios más escondidos de nuestro ser dando lugar a la aparición de un nuevo cuento: el que puede ser recreado por el consultante, diferente al original porque solamente a él le pertenece.
Con el vivir pasa algo parecido: se siente la necesidad de recrear una situación que duele, recibimos esa invitación tan seductora de transgredir la realidad que lastima, dejando paso a la búsqueda de nuevas alternativas para tramitar y aliviar lo doloroso.
El cuento terapéutico pide la resolución del tema en conflicto con un final positivo, lo que no debe entenderse en términos de felicidad en donde fueron felices y comieron perdices, sino como la factible elaboración de la situación de dolor, de lograr la resolución creativa en contacto con los propios afectos. Se trata de una herramienta que sirve para abrir el campo perceptual del sujeto utilizando una situación de escritura anónima, ya que se escribe para sí en contexto terapéutico. Sirve también como chequeo de los cambios dados en el proceso de terapia.
En toda sesión de terapia existen tres momentos: Motivo de consulta, el punto cúspide de la sesión y el cierre o resolución. En una estructura narrativa también se pueden hallar- a modo de paralelismo- tres momentos diferenciados: la introducción, el nudo y el desenlace. Este último tampoco tiene como obligación ser un final feliz, sino un final, tal vez el mejor que podría darse en determinada situación.
Tanto la narración del cuento como la escritura tienen la particularidad de permitir poner en palabras aquello que duele.
Tal vez el texto escrito o narrado sea el pretexto para poder conectarnos con nosotros mismos de una manera diferente y creativa, albergados como siempre por el poder contundente de la palabra.

Escuchar con los ojos
Graciela Simari

“Dibújame tus penas, le pidió. Y el niño comenzó a hablar con dibujos.”
 
El trabajar con gráficos permite que éstos se encuentren al servicio de poder establecer un diagnóstico, así también para ser tomado como “modo de decir”- en transferencia - del niño.
Ante la producción gráfica, el terapeuta puede hacer una “escucha del dibujo infantil”.
El dibujo tiene valor como relato en sí mismo ya que dibujo y palabra no se oponen. Es por medio de él que el niño realizará sus asociaciones.
Los terapeutas tenemos que aprender a hablar su lenguaje, a captar su lógica personal en el trabajo personal.
Una casita no representa lo mismo para un niño que para otro. Ni siquiera una misma casita representará lo mismo para el mismo niño, ya que esta producción es el resultado de diferentes “condensaciones” que, a su vez, irán variando en el tiempo.
Un niño es un elemento proyectivo por excelencia porque:
 
Denuncia situaciones de malestar familiar.
Convoca a otros para hablar de él.
Provoca que sus padres hablen entre ellos de la situación conflictiva que aqueja a la familia.
 
El tema será qué hacer con el problema del niño y cómo elaboran esos papás el sufrimiento de su hijo.
Tener en cuenta que no es fácil para los padres asumir que el niño tiene problemas porque su propio narcisismo adulto no les habilita asumir que ellos también tienen problemas.
Los padres sufren con el chico al verlo sufrir y no poderle aliviar la pena. Su supuesta omnipotencia ha quedado limitada y en evidencia: ellos también necesitan ayuda.
Doltó, en su clínica, tuvo en cuenta el espíritu creativo del niño. Le permitió que éste eligiera entre jugar, dibujar o conversar la manera en la que se sintiera más a gusto para poder trabajar su pena. Partía de la base que un niño que crea, que juega, es un niño con posibilidad de ayuda y de cura.
El niño trabaja a la inversa que el adulto en la cura: él cuenta sus dolores cuando los resolvió, mientras que el adulto pone palabras al problema sin haberlo resuelto.
Las palabras en el niño son los dibujos, los juegos, la manera de conversar con el terapeuta, la risa. Juego y dibujo son las formas creativas de decir propias de un chico
El dibujo es un mensaje a descifrar. El chico dibuja fantasmas, dibuja lo que no sabe.
Por medio de las series de gráficos se puede realizar un seguimiento del proceso terapéutico del niño.
Se podrán ver representaciones que desaparecen de una serie de dibujos a otros, representaciones que varían, otras que se actualizan, la aparición de nuevos fantasmas.
El dibujo es la carta de presentación del niño: “Este soy yo y esto es lo que me pasa”
Como terapeutas tendremos que decodificar el mensaje ya que escucharemos con los ojos.
El niño tiene la capacidad de plasmar en el dibujo sus miedos, sus fantasías, sus deseos, las imágenes de sus sueños y lo desconocido.
Leer sus dibujos es escuchar de su dolor y, permitir que hable a través de ellos, también da paso a poder establecerse una relación transferencial que posibilita lo lúdico y lo creativo en el niño y en nosotros mismos.
Apuntar a nuestra propia creatividad, darle paso al juego y leer imágenes desde nuestro rol de terapeutas y como adultos, es un desafío que seguramente nos enriquecerá como profesionales y como personas.

 
“- No importa. Dibújame un cordero.
Como jamás había dibujado un cordero,
 rehice uno de los dos únicos dibujos que era capaz de hacer.
 El de la boa cerrada. Quedé estupefacto cuando oí al hombrecito
 que me respondía:
- ¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa.
 Una boa es muy peligrosa y un elefante muy embarazoso.
En mi casa todo es pequeño. Necesito un cordero. Dibújame un cordero.
Entonces dibujé”.
 
Antoine de Saint Exupéry. “El Principito”
 
¿Quién te trajo al mundo?
 Graciela Simari

Escuchar analíticamente el discurso de los padres, ayudará a pesquisar en sus fantasmas el lugar que un hijo tiene para ellos.El niño llega al mundo encarnando las fantasías de sus padres, con lo cual su vida no será nada fácil: tendrá que tener todo aquello que a sus padres les faltó, o vendrá para arreglar ese matrimonio al borde del abismo, o estará condenado a ser feliz porque sus padres no lo fueron o, simplemente, enmendará lo roto, rellenará el vacío, será la representación de un contrato social, reparará las expectativas de los padres siendo obligado a cumplirlas…O no.
Pero… ¿Quién lo trajo al mundo para satisfacer estos deseos?
Cuando nos hacemos esta pregunta, seguramente la respuesta nos remitirá a nuestros primordiales objetos de amor: nuestros padres y, por sobre todo, la madre. Sin embargo ella no fue madre hasta que no consideró como Sujeto a su propio hijo.
Por lo tanto, también se puede decir que los hijos traen al mundo a sus padres.
No es tan fácil determinar cuándo un individuo es una persona. ¿Será en el momento de la concepción? ¿En el que el huevo se implanta en la pared del útero? ¿Cuándo se mueve en su interior? ¿Cuándo se escucha el latir del corazón?
¿Tendrá que ver con lo estrictamente biológico?
Particularmente, tomar a la maternidad como algo biológico solamente, sería reducirla, simplificarla sin tener en cuenta lo complejo de este concepto.
¿Y qué tal si ese niño, por el simple hecho de haber sido gestado en el imaginario de su madre, empezó desde ese momento a construirse como persona?
Entonces, tal vez sea lícito decir que las madres paren a sus hijos, pero estos paren “las funciones” que aquellos tendrán y esto se producirá gracias a que en ese imaginario, la futura madre se alojará para más tarde desempeñar su rol materno.
Dará como fruto un bebé imaginado antes de ser percibido, hablado antes de ser oído.
¿Cómo se explica entonces, que en el momento en que el bebé llora al culminar el parto, al acercárselo a la madre, este bebé deja de llorar y se calma? Con sólo olerla, sentir el contacto de su piel o su voz, este nuevo ser recupera la paz.
¿Quién percibió a quién dentro del útero? ¿La madre a su hijo o éste a su madre?
Diversos estudios demostraron que los bebés al nacer reconocen en la madre las palabras y sonidos que su madre les dedicaba mientras ellos estaban aún dentro de su vientre y que, por más que las mismas palabras y sonidos fueran pronunciadas por otra mujer, el bebé sólo recuperaba el ritmo cardíaco normal cuando reconocía en esas palabras y sonidos a su mamá.
No solamente se estaría hablando de la competencia lingüística del niño desde antes de su nacimiento, sino del “alojamiento” que su madre le dio desde que lo imaginó como a su hijo.
Entonces…si él será el portador de los deseos, frustraciones, expectativas y narcisismo de sus padres… ¿Quién trajo a quién a este mundo?


Te miro para que te mires
Graciela Simari

Cuando un niño dibuja, realiza un relato, un trazo de subjetividad. Ese trazo es una única expresión de ella. De modo que si cada trazo es una subjetividad, se puede hacer un diagnóstico de acuerdo con las características que se observen, porque ese es el trazo de cada uno, como las propias huellas digitales.
¿Pero qué pasa cuando un niño no dibuja?
No se trata de aquel que elige otra forma que no sea el dibujo para expresar su subjetividad, sino de aquel que se encuentra inhibido para dibujar, que no puede hacerlo porque está incapacitado para ello.
Paradójicamente vamos a encontrarnos que esta clase de niño tampoco puede jugar y esto ya es un primer indicador de diagnóstico para tener en cuenta.
El tema será detectar si este niño puede construir su plano gráfico, si en él existe aquel espacio (papel, pizarrón, plastilina, masa, etc) en el que pueda trazar su subjetividad
Esta incapacidad de trazo subjetivo nos pone en la vereda de las patologías graves; ya que justamente encontramos fallos en las estructuras y funciones simbólicas más importantes.
Para que un niño pueda proyectar su subjetividad en un plano gráfico, previamente tuvo que ser “dibujado” en otro espacio.
Para que pueda “dibujar- se” tuvo que haber sido dibujado. Esto vale tanto para el juego: para que el niño pueda jugar, tuvo que “haber sido jugado”.
Entonces será necesario apuntar al dibujo o al juego realizado por la madre, esto es, aquel intercambio que –según Doltó- es a veces sutil, y a veces sustancial entre el niño y su madre, que irá inscribiendo en el niño su cuerpo erógeno, como un primer movimiento de representación.
La mamá irá dibujando sus zonas erógenas y, gracias a esto, sus trazos nos remitirán a los primeros intercambios entre madre y niño: El ser jugado o hablado por la mamá desde antes de nacer, siendo considerado Sujeto por ella.
En el comienzo del psiquismo, lo que el niño tiene que representar es su propio cuerpo: hacer en su cuerpo biológico su cuerpo psíquico, un cuerpo libidinizado y, para ello, la función materna es fundamental.
El modo en que la madre le habla, el tono de su voz, la manera de tomarlo o mecerlo, de cantarle, cómo lo sostiene, las caricias cuando lo baña, son modos sutiles y difíciles de observar ya que se trata del “modo en cómo la mamá lo mira” ; qué significa este niño para ella.
En este intercambio todo es perfecto para ambos: madre e hijo. Si se representara este vínculo en una figura geométrica, sería un círculo, una forma perfecta y sin fisuras, tal como los mandalas, como la completud misma.
Tener presente que un niño con su trazo subjetivo mirará, hablará y jugará tal como haya sido mirado, hablado y jugado por su mamá.
 
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